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Baúl de Éferon

Publicado por Éferon Cabane, Ago 31, 2024, 02:32 AM

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[Ciao...][Casa abuelos Cabane]
Effy Abuela [center][/center] Abuelo Leonardo Cabane, padre Días después de la noche de Halloween, Noviembre 2051: -Llamada de la abuela Cabane- -Éferon, hijo, el abuelo no se encuentra bien, si pudieras venir a vernos. Me haces mucha falta, te necesito aquí conmigo. Un dia... una tarde, per favore piccolo- El veneciano, sopesó la idea de regresar a Venecia tras la llamada de su nona, quién preocupada le advertía del estado de salud de Giacomo, el abuelo. El trasladador había sido conjurado en el pequeño invernadero situado tras la casa a las afueras de Venecia, sólo tenía que tomarlo y viajar hasta allí, era una tarea fácil... era el momento de volver a su ciudad natal. El permiso de sus abuelos para abandonar Hogwarts en el caso de que fuese necesario, estaba entregado. Volver a Venecia. Sólo de pensarlo, se le formaba un nudo en el estómago,  hacía mucho no les veía y en parte se sentía tremendamente culpable, sus abuelos no tenían la culpa de las diferencias con sus padres pero volver a Venecia significaba el hecho de abrir viejas heridas que aún no habían cerrado y dudaba que algún día lo hicieran. Antes de tomar el trasladador, respiró profundamente, se sentía feliz porque vería a sus abuelos pero por otra parte, regresar suponía remover ciertos momentos de la última vez que no le hacían bien, así que dejó de pensar. El trasladador le llevó justo al punto exacto donde quería, el pequeño invernadero de los abuelos Cabane. Era increíble como lucía el sol a esa hora, tuvo que cerrar los ojos y abrirlos muy despacio pues prácticamente le había deslumbrado, parecía mentira que desde el castillo donde predominaba un día nublado, el sol se había escondido. Sonrió, al notar el olor a la albahaca y el orégano fresco, el aroma familiar de su hogar. Una sonrisa resplandeciente que se ensanchó aún más cuando al salir del invernadero y acostumbrándose al agradable sol en esa época del año, pudo divisar la figura de su abuela en el porche, andaba como siempre con sus rosas amarillas y dicho olor, le trajo recuerdos de no hace mucho tiempo cuando le cortaba las rosas frescas, no había tantas como en primavera, algunas se conservaban y eran éstas las que estaba recogiendo, portaba dos en su mano derecha. Lentamente se acercó a ella, su abuela con el cabello más largo casi a la altura de sus hombros... si no recordaba mal, apenas se despidió de ella con su media melena blanca como la nieve. Los pasos del italiano se mezclaron con el tarareo de la voz de la mujer, la cual al girarse y alzar la mirada, se encontró con la imagen de su nieto y la sonrisa de la mujer resplandeció en sus labios. Dejando la regadera a un lado y acelerar el paso hasta quedar a su altura y rodearlo con sus brazos, aún le pareció que había encogido pero la realidad es que él había dado un gran estirón, poco a poco dejaba la adolescencia para ser un hombre y él como era de esperar, la alzó por la cintura sin apenas esfuerzo. -¡Éferon! qué rápido con esa cosa que vuela ¿te has mareado? ¿te dio hambre? ¿me has roto algo en el invernadero? y ¡estás tan alto!- Él se echó a reír, siendo quién la alzase y le diese un par de vueltas en sí mismo, despacio pero ante la súplica de que la bajase entre risas. Finalmente le dio un beso en la frente y sonrió, a la mujer le brillaron los ojos y no era para menos, le tomó de la mano a su nieto para guiarle hacia dentro, Giacomo descansaba en uno de los sillones del salón con una manta por encima, dormía y él no quería despertarlo pero el suelo de madera ruidoso y desgastado, no impidió que la madera crujiese al acercarse por muy cuidadoso que fuera. -Mi dispiace... no quería...abuelo- El león se acercó a su abuelo y besó su frente, él sin embargo, le dedicó un par de palmadas en el hombro y le dedicó una sonrisa, se le notaba ojeroso pero estable, un resfriado se le había complicado y en el delirio de la fiebre no paraba de preguntar por sus nietos, buscó con la mirada a Olena pero al no verla, lo dedujo... eran más reacios pero la querían, igual comprendían que no quisiera ver a nadie de allí después de todo. El veneciano le dedicó una sonrisa, sabía que buscaba a su hermana pero Olie no iría, hacía años que no se veían. -Te he echado de menos, anda siéntate conmigo... estaba esperando a.. - Éferon se sentó al lado de su abuelo, tomando su mano y al encontrarse ambas miradas, le guiñó un ojo a lo que el abuelo al reírse comenzó a toser, preocupado le acercó un vaso de agua que tenía cerca para que bebiese. Todo estaba igual, olía a café, el calor de la chimenea, a pan recién hecho y dulces caramelizados... olía a hogar. -Ya llegué. Me di toda la prisa que pude, siento no venir antes pero no quería...- El abuelo siseó para que no dijese nada, la puerta de entrada se oyó de cerrarse y Giacomo, miró fijamente a su nieto, no tuvo que decirle nada pues sabía que preguntaba por Olena en silencio. Él negó con la cabeza, preguntaba por ellos pero tomo las riendas de su vida, el abuelo sonrió de forma triste, no hacía falta dar más explicaciones. Un asentimiento y una sonrisa... una que se congeló en el rostro de ambos al oír pasos tras el veneciano y esa voz, era él... era su padre. No, no podía ser pero sí...su padre no podía estar allí. -Ciao, hijo.- A Éferon le costó asimilarlo pero... allí estaba, lentamente se incorporó, girándose hasta que unos ojos como los de Olena se clavaron en él. Effy sólo le dedicó un gesto con la cabeza que fue devuelto, ahora era mucho más alto que su padre y aún así se sentía inmensamente pequeño. Los ojos del león no se desviaron del hombre quien seguía mirándole desafiante mientras los de Éferon se encontraron con los de su abuelo para tranquilizarle, en ese instante quiso desaparecer y dejarle allí hablando solo, no se merecía ni tan siquiera estar bajo el mismo techo. -El abuelo se ha alegrado más de verte que de verme... también será cosa de la magia, así estoy seguro que lo solucionais todo, sin ser real. Y cuéntame... ya habéis acabado los estudios de lo que sea que estudiéis ella... Olena y tú- Volvía a usar ese tono despectivo, el mago apretó los puños y suspiró... se quería marchar, no esperaba menos de su padre. Para él siempre serían el error de su existencia, ya no por tener unos hijos especiales con ese don, en cuanto Leo supiera mas sobre su hijo, terminaría por desearle la propia muert. Negó con la cabeza porque iba a marcharse pero su padre se adelantó, indicándole con la cabeza que quería hablar con él, físicamente se parecían muchísimo, se notaba que Effy se cuidaba más y se encontraba en plena juventud, pero "la vita" le había tenido que hacer crecer de golpe. Antes de salir, se acercó a su abuelo para darle un beso en la frente y dedicarle la más puras de las sonrisas seguida de una palabra que los dos usaban mucho, ese instante había valido la pena, desde luego que sí. A su abuela la rodeó entre sus brazos, la mujer tembló ligeramente y la comprendió pues... ¿quién no iba a temer semejante situación? Su nona le dedicó una triste sonrisa y besó su mejilla dejándole ir no muy convencida, a fin de cuentas, para sus abuelos... seguía siendo su Effy pequeño. Éferon se encaminó fuera de la humilde casa junto a su padre, ninguno dijo nada, cada paso se iba alejando del lugar hasta alcanzar llegar a un campo verde ahora plagado de hojas secas. El sol se escondió, un escalofrío le recorrió la espina dorsal incluso dándole una descarga general, la mirada del león no se apartaba, le separaba de su padre al menos un metro, nunca se acercaba más, le era tan extraño el hecho de estar paseando con él que por unos segundos le faltó el aire. Lo contuvo hasta dejarlo escapar lentamente a lo que su padre se envalentonó para iniciar la conversación, no sin antes echar una mirada fugaz a la casa de los abuelos y asegurarse de que estaban solos, como siempre hacía para no dar constancia por lo que pudiera pasar, no tener testigos. -Tu madre sufre, llora día sí y otro también, echa de menos a sus hijos y muchas veces le miento prometiéndole que os traería de vuelta. Ya sois mayores, podemos hablar las cosas y dejar lo de la magia de una vez, si vais a finalizar... que finalice y regresad a casa. Buscad un buen trabajo, sabes que la fábrica de cristal está abierta per ti, lo sabes... y Olena coser con tu madre no haría cosa que le hiciera más feliz... ¿lo entiendes hijo?- No cambió su mente, Leo seguía viendo la magia como un impedimento y seguir viendo a sus hijos como muggles normales cuando no lo eran, la magia no podía ser olvidada pero no iba a entenderlo, ni lo haría nunca. Éferon no dijo nada por unos segundos, este tiempo aprendió a meditar todo, hablar de forma pausada y con coherencia, ya era un hombre aunque su padre le siguiera viendo como un niño insignificante al que manejar. Una media sonrisa se dibujó en los labios del joven veneciano, no hizo falta cruzar mirada alguna con su padre porque éste observaba cada paso y gesto que su hijo hacía. -No es tan fácil, nuestra vida siempre estará relacionada con la magia, no podemos un buen día guardarla en el cajón y olvidar... es parte de nosotros. Olena tiene sus propósito, llegará lejos con sus ideales y cumplirá sus sueños a lo que desee hacer y... yo no podría estar contigo en la fábrica de cristal. Por fin he descubierto mi vocación, quiero ser sanador... ¡soy buen alquimista! Trabajar en el hospital mágico me ha cambiado la vida, conseguimos la cura para el virus de la toxina mágica, para el de los propios magos... y más logros que espero conseguir a lo largo de mi existencia... pero no es estar en esa fábrica, no quiero desperdiciar mi vida así cuando sé que puedo cambiar también la de otros- El hombre siguió caminando, el viento se hacía más presente y costaba caminar con más soltura, no dijo nada y Éferon lo esperó pero al no obtener respuesta detuvo los pasos, Leo avanzó al menos tres más y se giró lentamente, buscando la mirada de su hijo. Lo que el león vio reflejado en esa mirada azul como el cielo, provocó que por dentro se rompiera... lo miraba con una decepción más que visible adornándola con una sonrisa irónica. -¿Llegar lejos tu hermana? Es una inútil que no sé cómo no se ha hecho daño a sí misma y a alguien más ¿o sí? Claro que por supuesto no nos lo vas a contar porque eres igual de inútil o peor ¿tú haciendo todo eso? No te llega al cerebro y lo sabes, no me engañas... - Éferon rió por lo bajo de forma irónica ¿acababa de decirle que ninguno de los dos era capaz de conseguir lo que se propusiese? Y la forma de hablar de su hermana, sabía que no iba a parar con eso... lo sabía. Y así fue, Leo se acercó peligrosamente a él, Éferon alzó la barbilla, demostrándole que no tenía miedo. -Te equivocas como siempre, no eres capaz de ver más allá... de aspirar a más y lo que más te consume es que tus hijos, de tu propia sangre puedan conseguirlo ¿no, padre? Y aún hay más, porque creo que Olena no sólo alcanzará la cumbre de todos y cada uno de sus sueños, será alguien... ¡alguien que tú no serás jamás! Y espera, porque ya que estamos... lo sabrás todo, me da igual, te guste o no... llega al punto en el que me da igual-[/color] tomó aire para soltarlo lentamente, lo miró a los ojos, los ojos verdes de Éferon tomaron ese brillo de tristeza porque sabía que ahora se condenaría... [color=red]-Sí, padre... no pienso negarlo más, me atraen las personas de mi mismo sexo. Soy gay ¿es un delito? Amar a alguien de tu misma condición... ¿qué más da cuando esa persona es capaz de...- La furia inundó a Leonardo Cabane, no midió y su puño diestro impactó contra la mejilla de su hijo, fue tal el impacto que giró el rostro del veneciano, permaneció así intentando asimilar que una vez más le estaba golpeando. Frustrado, furioso, decepcionado y resignado... se frotó la mejilla con la mano libre, no iba a permitir callarse más porque no tenía sentido, le daba tan igual que lo golpease que terminó abriendo los brazos totalmente indefenso, con el rostro enrojecido. La respiración del contrario comenzó a descontrolarse y acortó las distancias hasta que tomó a su hijo de la ropa, zarandeándolo de pura rabia, el gesto había cambiado a asco profundo... lo miraba con repugnancia, tal que le escupió a la cara... Éferon cerró los ojos. -Cállate, puedo tolerar esa locura de la magia pero eso no, mi hijo no puede ser un enfermo... ¿qué hice mal, Éferon? porque tienes que estar confundido ¡retira lo que has dicho! -[/color] sin abrir los ojos, el león negó con la cabeza, abriendo los ojos y encontrarse con los de su padre. La ira nació en el interior del hombre y su primera reacción fue darle con la rodilla en el estómago del mago, un puñetazo al rostro, otro más, a las costillas. Las patadas no tardaron en llegar, lo golpeaba en el rostro, en los costados, en el estómago pero Effy no se defendía, era una de esas veces en las que dejas que la otra persona haga y deshaga a su antojo por sentirte culpable de algo que no tienes la culpa. -Gólpeame todo lo que quieras-[/color] un puñetazo le rompió la nariz, pudo oír el crack y una punzada de dolor se instaló en su pecho, los golpes dolían pero no más que el rechazo, sus padres jamás iban a quererle tal como era. Él seguía impasible, en pie. Leo volvió a tomarle del brazo para frente con frente mirarle fijamente, los ojos de Éferon no podían apenas abrirse por los incontables golpes que ya había obtenido de su progenitor [color=red]-No va a cambiar nada, seguiré siendo mago y amaré a personas de mi mismo sexo... y Olena, seguirá siendo Olena sin ti, siempre la protegeré de ti aunque... ¿sabes? Ella es fuerte, ya no me necesita porque te mataria de un chasquido y entonces... yo lo celebraría, no te mereces vivir- Frente con frente, un golpe de gracia que casi noquea al italiano, cayendo de rodillas ante él, se llevó un brazo al costado izquierda, le había roto una costilla, sentía su cuerpo como un saco de boxeo al que golpear sin fin. Leo seguía enfadado, aún más por las palabras de Éferon, lo quería rematar con una patada en la cara y así lo hizo pero allí estaba, Éferon tomó su varita sin que su padre se percatase de eso. Leo se inclinó a tomar a su hijo del cuello para apretar con fuerza y rematarlo, ya poco le importaba. -Tú serás el primero y cuando ella venga por ti, la mataré lenta y dolorosamente... sufrirá, sois una aberración, no mereceis ni mi sola presencia... - Esas palabras bastaron para que Effy no soportase más y en su mente pensase en dos palabras "avada kedavra", moriría... pero condenaría su alma a de luz. Sólo de haber oído lo de Olena fue suficiente para decontrolarse pero entonces, cuando volviera a verla... no sería el mismo porque se había condenado. La sola idea de pensar en la maldición que acabara con la vida de su padre le abrumó, él jamás pensaría algo como eso... tal cosa lo condenó y lo destruyó. -Depulso- Leo fue separado de él de golpe, Éferon no podía ni moverse... le había dado tal paliza que ni siquiera sabía cómo estaba consciente, o sí... por las palabras de su padre hacia Olena. Cuando pudo incorporarse, la respiración se tornó débil, sangraba e incluso cojeaba, el impacto del hombre fue a dar contra una de las piedras y la tierra del lugar pero sólo fue un simple golpe. Lo apuntó con la varita, él no podía hacerlo... no era tan perverso como él. -Hechizo durmiente... - La luz de su varita provocó que éste durmiese de golpe, a continuación... le costó porque estaba en duda de la maldición y acabar con aquello de una vez. La respiración se entrecortó, apenas podía respirar, el sabor férreo de la sangre en su boca. Se tambaleó, le temblaba el pulso, de repente sintió una mezcla de rabia, tristeza y miedo. Iba a hacerle olvidar pero el italiano jamás lo haría. Gritó desesperado, un grito ahogado que avivó un llanto oculto durante años...las lágrimas saladas se mezclaron con la sangre -Obliviate- Más que olvidar... deseó que se muriera y bajase al mismo infierno pero no lo haría... olvidaría las palabras de su hijo,  se preguntaría ¿qué ocurrió? No pudo ni despedirse de sus abuelos, sólo quería... marcharse, curarse... de algún modo, sentía que se había condenado, era peligroso para aquellos que realmente amaba. ¿Éferon Cabane lo era? Tendría que haber acabado con aquella pesadilla, una que estaba a punto de comenzar. Olvidaría las palabras que le mencionó y él mismo deseó que alguien también le hiciera borrar todo aquel dolor que comenzaba a sentir, más intenso que sus heridas. Cada golpe de su padre no dolió más que las propias palabras condenadas, con el plan de qué le haría a Olena. Pensar en ello lo arrastraba a la más inmensa oscuridad...
[INICIO NOVIEMBRE]


Enfermería
Pasaporte de Identidad mágica

[Marzo 2053][Ciao.]
[b]Venecia[/b]. Ciudad hermosa y acogedora, suspendida y abrazada por el agua que recorre cada calle de la ciudad y su corazón,  el alma de Venecia vive y permanece en cada veneciano permanezca allí o no. Por eso, una parte de su corazón su alma se encuentran en aquel viñedo a las afueras, el olor a café en cafetera italiana, a pan casero y a violetas; esas flores violetas favoritas de su nona (abuela). Y ese sería el recuerdo más vivo en la memoria de Éferon, las violetas y el calor del hogar que le hizo el hombre en el que casi se había convertido. Su mundo se encontraba reducido a pesar de la liberación por la muerte de sus padres, sintió alivio y no tener que esconderse nunca más pero tanto como él y sus abuelos sabían que un día, morirían de un modo enfrascado en recuerdos. La magia y el mundo muggle seguiría siendo inseguro y no compatible, exponer a la familia que le quedaba supondría perderlos también y egoístamente, prefería saber que seguían viviendo esos años que le quedaban sin temor y preocupación. Cuando apareció en un destello en el invernadero en el patio trasero de la pequeña casa, sonrió como siempre por si su abuela se encontraba por allí, le asustaba que de repente su nieto apareciera sin más. Un susto que desaparecía en cuanto se fundían en un abrazo, el momento del abrazo donde se empapaba del aroma a violetas y acunaba en el sonido de su risa. Y allí estaba, con sus especias... el cabello blanco largo y liso como una cortina sedosa como la nieve. Silbó suave para no asustarla, la mujer enseguida se giró porque lo reconocería entre un millón, al verle se le iluminó el rostro y sus ojos, los que Effy heredó y le arrebataron... se curvaron cuando le dedicó la más amplia de las sonrisas. -¡Piccolo! Mi niño, tanto sin verte, estás tan bonito ¿cómo puedes ser tan molto bello? Pasa, acabo de hacer una lasaña con mucho queso gratinado, tu abuelo cuando te vea... no se lo digas pero todos los días se queda en el invernadero durante horas por si apareces- -Nona, no entiendo cómo puedes estar tan bella cada vez que regreso y sí, crecí un poquito... ¿lasaña? No puedo negarme, ¿vamos? Le quiero dar un susto- Una sonrisa de niño traviesa y sin maldad, enredó el brazo de su abuela y entrelazó sus dedos, en el camino de violetas hasta el porche y entra a la casa, no dejó de darle sonoros besos, volver a estrecharle entre sus brazos y sentir el calor del amor, saboreando la última vez... era afortunado, mucho y en vez de refugiarse en el dolor... rememoró cada segundo mientras su abuela le contaba y él le dedicaba una sonrisa amplia, sincera y tierna. -Serías la encargada de mi invernadero con ingredientes para las pociones, de mayor calidad, no lo dudo... ¿sabes? Voy a ser alquimista, nona, seré el mejor alquimista per ti y prometo ser jugador de quidditch con mi saeta de fuego, esa escoba y no para barrer el porche- La risa de la mujer fue música para los oídos del león, a medida que entraron en la casa, un ruido en la cocina, su abuelo parecía estar encargándose de hacer algo por allí... en concreto, el postre. No encontraba algo. -¡¡Las vainas de vainilla!! Si fui a por ellas al centro y andiamo, ¿amore? Amore per favore, ¿dónde están las vainas de vainilla?- Effy se rió por lo bajo, cuando se enfadaba su abuelo, tomaba la misma expresión muy parecida a la de él mismo, cuando se giró y Giacomo vio a ambos, soltó el azúcar y la carcajada fue contagiada. El hombre se acercó a su nieto y antes de abrazarlo, le tomó de los brazos, lo admiró y negó con la cabeza sin poder parar de reírse de pura alegría. Lo abrazó con fuerza, Éferon le superaba en altura y eso aún más le llenó de alegría al hombre. -Fefe, ¡pero mírate! Me alegro tanto de verte, quédate a comer, tenemos que celebrar que vuelves y... - No respondió, al apreciar la sonrisa de su nieto y ahora que su abuela no miraba, estaba pendiente de la lasaña que no se le quemara. Ambos asintieron a la vez y Giacomo le indicó que salieran fuera, antes de salir... se disculpó para volver donde su abuela, la rodeó entre sus brazos y la abrazó con fuerza, había perdido la nariz en sus cabellos... besó su mejilla y le susurró que la amaba y la adoraba con todo su ser. Cuando se apartó de ella y se dio la vuelta, su abuelo apreció la expresión desolada y supo que llegó el momento que ambos temieron durante tanto tiempo. Antes de salir, Éferon miró con amor aquel hogar, a su abuela cocinando mientras cantaba en italiano y sonreía, los mejores años de su vida. Paso pesado, sentía como se le adormecía cada parte de su cuerpo, no quería, perderles a ellos también sería tan doloroso y entonces su abuelo se detuvo alejándose de la casa unos metros, admiraba los viñedos y las violetas. Se posicionó a su lado, a su altura y como un niño se reconfortó buscando apoyarse en el hombro que tantas lágrimas le apartó. Su figura a seguir, negó de forma imperceptible... su abuelo le acarició el cabello rubio con cariño mientras sonreía. -Llegó el momento ¿no es certo, mi piccolo? Entiendo...- -De niño me dijiste que nunca olvidara lo que siempre quise conseguir y luchar hasta lograrlo, me enseñaste a levantarme y a ver tutto lo bueno de la vita pero me mentiste... lo mejor de mi vida está aquí- El hombre sonrió con orgullo, se giró para poder encararle sin perder la sonrisa, asintió, se le veía feliz y muy contento de verlo pero el orgullo del hombre en el que Éferon se había convertido. -Vivimos en ti, mi piccolo. Nos mantendrás vivos mientras no nos olvides, sabemos que es lo mejor... sólo te pido algo, vive, siente y sueña, cumple todo lo que te propongas. Te amamos, Éferon Cabane, tu familia te ama y no quiero que lo olvides.  Estoy orgulloso de ti, no por tus logros solamente... has seguido adelante, te has superado en cada caída. Eres un Cabane.- Lo abrazó con fuerza y lo besó en la frente, el león no podía llorar, su abuelo le acarició la espalda reconfortándole, todo estaba bien a pesar de lo que estaba a punto de suceder. Cuando se separó sintió que su alma bailaba en el interior pero a medida que lo fue soltando y Giacomo daba un par de pasos hacia atrás, una parte de Effy se rompía. Sacó su varita y se la mostró, el mango de caballo, el hombre se echó a reír conmovido. -Un caballo, libre, fuerte y majestuoso, como tú...- A las palabras de su abuelo, bajó la mirada hasta su varita y tomó aire... un aire que le supo diferente, le dio la fuerza que le necesitaba. Asintió y se giró para volver a la casa, no dijo nada más, la figura de su abuelo se perdía en el interior y de repente tembló apretando los labios, por una de las ventanas pudo apreciar como su abuelo abrazaba a la mujer entre risas... pudo oírlas pero no verlas porque le daban la espalda. -...Obliviate- Por primera vez, no le cegó tanto una luz de su amada varita, el hechizo surtió su efecto hacia ambos abrazados. El recuerdo de Éferon se borró de sus memorias, como si no hubiera existido. Antes de que le vieran retomó el paso para volver al invernadero y... por última vez, se giró en sus propios talones para ver su casa. Y desapareció hasta la entrada de la propia, tardó varios minutos en cruzar el pequeño jardín, abrir la puerta y cuando se cerró tras su espalda... un sollozo se escapó de sus labios, las lágrimas no pudieron contenerse más. Cayó de rodillas ante la mirada de Remo quién acudió enseguida y al verlo, su expresión cambió a una afligida, dudó en acercarse al león por lo que una de sus manitas le acarició el pelo reconfortándole. La pérdida era tan grande que por muy fuerte que fuese, como el león que siempre le representaba, ahora era un niño reclamando el recuerdo perdido de las únicas personas que lo amaron tal cómo era. Terminó sentado, abrazado a sí mismo con el rostro oculto... aún olía a violetas, aún oía la risa de los dos. Y en plena desesperación, el patronus lince salió de su varita, se sentía tremenda y absolutamente solo. Ahora más que nunca.
[MARZO. 2053]
#1


Enfermería
Pasaporte de Identidad mágica