Desde la puerta del estudio se siente el calor envolvente del fogón qué usa él para sus creaciones de orfebrería. Acompaña con aroma metálico, brazas y cuero al ambiente del taller, encontrando en ese camino ya familiar a Wyatt cortando el molde de algunas piezas de plata que tiene fija en dos estructuras.

— Muy puntual.

— Me dijiste una vez que no te hiciera perder tiempo — le respondes sin intención de ser antipática. — piensa además que así te puedo sacar de aquí. Por Gaia que caluroso.

—Ya estoy acostumbrado — él no ha despegado los ojos de la zona de corte, al ubicarte a un metro de distancia, desde atrás, consigues ver como algunos mechones de pelo castaño le cubren los ojos.

—Aun así, eres vampiro, no es que seas totalmente resistente al calor o al fuego ¿cuánto llevas trabajando?

—Desde las cinco. — Las cinco de la madrugada, lo captas sin necesitar mirar un reloj.

La pieza de plata sale con algunos detalles por pulir, pero es perfecta, el rostro del vampiro se muestra satisfecho. — Bien? Salgamos o te vas a deshidratar, ya tienes las mejillas al rojo vivo. Que pececito sin tolerancia. — desvías la mirada con vergüenza, es un apodo que te causa esa reacción. Él se ríe entre dientes, retirándose las antiparras. Apaga el fogón con magia y deja ordenado rápidamente la mesa de trabajo previo a quitarse la pechera de cuero tan hermosa y los guantes de cuero de dragón.

Se te acerca, juguetonamente te aplica viento con la mano, indicando que vayan hacia la puerta e irse del pequeño y ordenado taller hasta la escalera que los lleva al patio interior de la casa de Wyatt. Ahí algunos árboles frutales están cubiertos de naranjas y limones que han quedado mirando ambos totalmente relajados, uno al lado del otro. Respiras el aire agradable, se va sintiendo el cambio de la estación y es que hace unos meses el calor era sofocante, mas no más, pronto llegará el otoño.

—Vampirito, ¿has estado bien después de la operación? —Él te mira de lado, relajado y proyecta una sonrisa que captas perfecta. Se te contagia, él tiene ese efecto.

—Perfecto como me ves, soy dichoso en este punto. — se estira suave hacia arriba, en su 1.88 metros el que estire los brazos y se alargue lo hace sumar centímetros como lo más natural de la historia. — ¿tú estás bien viviendo en esa mansión? — No te toma por sorpresa la pregunta, sabes que es su curiosidad e interés por tu bienestar.

— Lo estoy, la siento como un hogar. Ya no quiero salir de ahí y de llegar a hacerlo tengo mi casa en la costa, la conoces. Todo va muy bien.

— ¿Entonces estás decidida a proponerlo? — Te saca una pequeña parte de cabello del rostro y lo peina con cuidado — Todavía está en pie mi proposición.

—No es necesario, o más bien, lo sé, pero todo va bien y quiero estar con él, no puedo verme apartada de su lado.

—Mi sirena se enamoró — un ruido sordo se escucha, tu mano golpeó su espalda mientras te ries junto a él. — Podría hacerlo lo que me pediste, tengo los materiales y tengo gemas interesantes ¿las quieres ver? — Los ojos de Wyatt eran de un castaño qué son para ti de los más hermosos, expresivos, sabes que es franco.

— Luego, deja que el taller se enfríe un poco, quedémonos aquí hablando, se siente bien, no tengo apuro en volver. Magnus está en Hogwarts dando clases y su ayudante cuida la mansión. — apoyas tu cabeza en el hombro del vampiro, es el amigo más fiel y real de la vida. Él antes de ser lo que es en ese presente te tendió la mano en uno de tus viajes, cuando Amaranth se hallaba en el mundo y nada ha cambiado a pesar de que su exterior era diferente.

Wyatt es quien fabrica joyas para ti cuando las buscas y es quien realizará esos preciados anillos, es el único a quien podrías pedir tal labor importante.