[i] [color=#cc3300]A veces se sentía sola... [/color][/i] Por mucho que Sky pensara que no necesitaba a nadie más en su vida había pequeños momentos de debilidad sentimental que le hacían dudar de sus decisiones, que le obligaban a pensar lo bien que sería tener un mago o una bruja a su lado para tener un poco de consuelo, pero simplemente las cosas nunca se daban. A veces llegaba a extrañar a Isabelle, aquel primer amor que había tenido que dejar ir después de que no pudieran sostener más aquella relación fracturada, extrañaba escucharla tocar el piano y oírla cantar, el sonido de las notas dulces y melodiosas, la danza de sus manos sobre las teclas y la voz suave, hipnotizante... le había dolido mucho dejarla ir, pero había sido mejor así ¿no? No quería verla sufrir esperando por alguien que no la tenía como una prioridad... Aquello era lo que más le dolía admitir, que a pesar de todo el amor que le había profesado no había podido tenerla en primer lugar, siempre había estado primero su sueño, sus respuestas, incluso su familia y sus decisiones, había sido injusto pedirle que se queda con ella y que la esperara, Sky ni siquiera sabía cuándo encontraría lo que estaba buscando, cuándo estaría lo suficientemente lista para tenerla en primer lugar. Observó a las parejas ir de un lado para otro por la calle, disfrutando de San Valentín y el precioso día que hacía, el clima perfecto y el olor a caramelo de las tiendas... todo era perfecto. Tomó la tasa de té entre sus manos y bebió un poco, disfrutando del sabor a frutos rojos, como adoraba ese té. Cerró los ojos por un segundo, degustando la sensación que despertaba en su paladar y la calidez en su estómago, perdiéndose en el aroma de las fresas y su favorito, los arándanos... Cuando retiró sus labios de la porcelana y volvió a observar por la calle notó sorprendida a la mujer que pasaba por enfrente de la vitrina contraria, se trataba de una joven alegre y risueña, en esa ocasión portaba ropas casuales que entallaban su esbelta figura, alta y de piel blanca como la leche (ella siempre la había comparado con una Blancanieves de carne y hueso), su larga melena oscura sujetada en una coleta alta y su increíble sonrisa de labios rojos brillantes le habían dejado sin aliento como muchas veces lo había hecho tiempo atrás; iba abrazada a un brazo fuerte, masculino, el mago que la acompañaba parecía un buen mozo y agradeció a Merlín por ello, estaba segura de que estaría a salvo, sería amada y querida, pero sobre todo tendría una mano a la cual aferrarse, algo que ella no había podido hacer en su momento. La observó avanzar mientras se perdía entre la multitud de parejas y familias, yendo en una dirección incierta que Sky agradeció no saber, era mejor así, la había lastimado y siempre cargaría con ello, pero también cargaría con los buenos recuerdos y la felicidad que le había otorgado, hasta que Sky también pudiera dar el paso siguiente ...

[i] [color=#cc3300]No le sorprendía para nada llegar a casa y encontrarla vacía... [/color][/i] Con los años había sentido que todo en ella no llegaba a encajar con nada ni con nadie, llegaba a pensar que quizá el universo se había equivocado. Tal vez simplemente no merecía que a alguien le importara. Por muchos años arrastró el peso de la soledad en casa, mirando a su propia familia como si fuera ella una extraña, no entendía por qué se sentía tan diferente, por qué era tan diferente... Se tiró en la cama, escuchando el penetrante silencio que le taladraba los odios como cada noche, sintiendo la soledad y el frío a su alrededor como un fantasma que todos los días le recordaba que no estaba destinada a nada, ni a nadie; Sky no podía decir que odiaba el amor, al contrario, sentía que podía amar con locura, con pasión, con dedicación y con su alma. A veces solo anhelaba una oportunidad. "Me dan celos..." pensaba de vez en cuando al momento de que las expresiones de los enamorados cubrían todo el panorama y se regodeaban frente a ella por su felicidad. Que triste era para Sky el pensar en el amor, que fastidio era para ella observar cada noche a los amantes que se reunían en el café que ella siempre solía frecuentas. "Tienen tanta suerte..." pensaba.