Era una tarde como cualquier otra en el castillo de Hogwarts. Los jardines estaban cubiertos de nieve, aunque el clima invernal no llegaba a ser tan cruel como podía serlo en los exteriores del castillo. Eran pocos los estudiantes que se encontraban allí en ese momento, con el frío, había quienes preferían una partida de ajedrez mágico en el gran comedor o una bebida caliente en Hogsmeade. Pero no era así para Wally, el joven Gryffindor que se encontraba sentado al borde de una jardinera, con una pierna cruzada sobre la otra y un libro en su regazo.
Su dedo recorría las páginas y se perdía entre las palabras a medida que avanzaba su lectura. La clase de Aritmancia le había resultado desafiante, tan aburrida y técnica como era de esperarse, y la despreciaba tanto como la mayoría de sus compañeros; pero no por eso iba a descuidar la responsabilidad de entregar ese manuscrito.


— Un metro de pergamino... — musitó en un susurro casi silencioso. — Mejor y hubiese pedido que nos tiremos al lago negro durante la noche más fría de invierno, habría sido más apetecible que esto...
Sus mejillas sonrosadas, aun más rojas por el frío, contrastaban fuertemente con su pelo negro. Una pequeña cortina de pelo cubría parte de sus ojos y enmarcaba sus facciones, dándole un aspecto sombrío pero misterioso.
Cerró el libro con bastante fuerza, agobiado por la lectura y bastante cansado por no entender casi nada de lo escrito. Acomodó el nudo de su corbata y dejó escapar un suspiro que liberaba gran parte de su frustración.

El Slytherin había pasado de la última clase con la excusa de que no se sentía bien, pero la verdad es que era una pura mentira. Detestaba esa clase de porquería de Aritmancia. El profesor era aburrido para explicar y la materia era sin duda una absoluta perdida de tiempo. Sabía que lo que había hecho le podía traer problemas con la prefecta de su casa que era pesada como un ancla al cuello, pero eso sería problema del Ares del futuro. Ahora solo le importaba descansar.

Pero la serpiente no contaba conque otra persona se acercara a su escondite para quejarse. Consideraba que este lugar le pertenecía a él y le molestaba que otra persona viniera a invadirlo. Con un bufido se incorporó de donde estaba recostado para poder observar a quien se había atrevido a acomodarse.


Un león, no podía ser de manera diferente -Si no puedes hacer algo tan simple como un metro de pergamino ni siquiera deberías estar en este lugar – Espetó el pelirrojo. Si bien Ares lucía despreocupado ante la mirada de cualquiera sus notas acompañaban su buen rendimiento. Siempre había sabido dar la talla aunque de vez en cuando tuviese esos deslices de saltarse clases.

-Si no comprendes la clase deberías plantearte el dejarla, no vaya a ser que se te fría el cerebro- Se burló aunque no lo conociera. Así era su personalidad burlona y un poco grotesca con los desconocidos o aquellas personas que consideraba no merecían su atención, como el patético chico de Gryffindor agobiado por vaya uno a saber que.

De pronto, un sonido en alguna parte del jardín y una voz impertinente se hicieron presentes interrumpiendo el soliloquio que el Gryffindor tenía. Los pensamientos de Wally hacia la clase de Aritmancia y el metro de pergamino se esfumaron en cuanto vio los colores en el uniforme del otro chico. Un chasquido se presentó en su lengua con un sonido que reflejaba cierto desdén.
— ¿Por eso estás aquí en horario de clases? ¿Te recuperas de la "fritura cerebral"? — soltó en respuesta, como una clase de mofa.
No esperaba que nadie estuviera por allí en un día como ese, con la nieve cubriendo todo lo que encontrase a su paso y el viento gélido soplando por sobre el castillo como si tuviera miedo de meterse en sus pasillos.

— El problema no es la clase — soltó en un tono tan relajado como sus hombros. — El problema es el método de enseñanza de algunos profesores. Conocer la "vida y obra" de Bridget Wenlock no me ayudará a abrir una puerta cifrada ¿De qué me sirve saber que nació en Cornualles?
No faltaba mucho para que el año terminase y, con ello, estuviera aun más cerca de dejar el colegio. Debía pensar en su futuro, y se veía como un excelente rompemaldiciones. Si bien Aritmancia no era una materia esencial, sabía que podía aportar mucho en el trabajo, y todo lo que pudiera tomar, serviría para el futuro.

-Solo los débiles de mente están en clase a esta hora- El moreno se encogió de hombros, de manera despreocupada. No le importaba lo que dijeran pues sabía como era su rendimiento académico. Por una clase de la que se excusara no habría diferencia en el resultado de sus notas cuando terminaba el curso. Si bien la clase era tediosa y aburrida, sabía que podía pasarla con mucha facilidad si solo se esforzaba un poco en eso.

Ares podía imaginar de que se refería a la clase de Aritmancia. Por el horario y el comentario era fácil de reconocer, aunque claro, podía estar equivocándose. Pero descartó esa posibilidad apenas llegó a su cabeza. Él no era de las personas que se equivocaran. Los demás siempre lo hacían. Él se esmeraba en ser perfecto en todo lo que hacía, porque así había sido criado en su familia de ideología purista.


-Pues depende. Porque en los detalles muchas veces están las pistas necesarias para poder descifrar las cosas. - Quizás esa puerta podría estar cifrada con la locación o una asignación de números en base al lugar de nacimiento. Las posibilidades eran infinitas -Pero no espero que lo comprendas. Después de todo solo aquellos que ven más allá de lo evidente son los que verdaderamente consiguen algo en su futuro- Prácticamente gruñó lo último, porque él siempre tenía que estar pensando más allá de las cosas simples y era una tarea sumamente agotadora.

Algún otro comentario locuaz se le habría ocurrido al Gryffindor para responder, si no fuera porque los pasos de duros tacones resonaron detrás, provenientes del pasillo, rebotando el sonido a lo largo de toda su extensión. Wally volteó a ver, confundido pero sorprendido a la vez. La jefa de casa llegaba con su tan característico aire severo y su mirada casi inquisitiva.
— ¿Se puede saber que hacen aquí, en horario de clases? — preguntó la maestra. Su pie golpeteaba el suelo con cierta ansiedad.
Wally volteó a mirar al Slytherin, suspiró, sabiendo que, dijera lo que dijera, ambos estarían en problemas.
— Le mostraba a... ehm... Peter — Sabía que lo estaba empeorando al no saber su nombre, la profesora seguramente lo conocía. — Practicábamos nuestro ensayo sobre Bridget Wenlock. Es para la clase de Aritmancia.


La profesora se cruzó de brazos, fruncía el ceño a un nivel que Wally jamás hubiera imaginado que podía llegar ¿Hasta dónde le llegaría la ceja si seguía mintiendo? Suspiró, pero entonces, la voz de la adulta lo interrumpió antes de que dijera nada más.
— Vuelvan ambos a sus salas comunes ahora mismo. Y tienen cinco puntos menos cada uno — sentenció, señalando el pasillo. — Y para usted, señor. Diez puntos menos a Gryffindor... Por intentar mentirme a la cara
El joven Gryffindor dejó escapar un gruñido de enfado y se fue refunfuñando. Sus pasos fuertes y pesados resonaban en los pasillos como pequeñas bombas. Su rostro completamente rojo era una mezcla entre vergüenza y rabia, aunque posiblemente más lo primero, por haber recibido un castigo mayor que el Slytherin por haber hecho prácticamente nada; ninguno de los dos.