*tomado de Personaje del Mes Agosto 2023

Nada es igual.

Una relación de tres o cuatro años puede parecer un suspiro, dependiendo de que se contabilizaba, ¿las veces que hablaron? ¿Las veces que estuvieron juntos? ¿Las veces que caminaron juntos por París? Parecía tan lejano todo aquello. Pero sin duda las últimas veces que estuvieron juntos Caius no podía tener la certeza de que aquello dudaría mucho más. Estaban en un punto entre lo dulce y lo amargo, y técnicamente no había fallado nada, si bien lo único que tenían en contra era ser un mortífago y un auror. Pero todo lo que empezaba mal, terminaba mal. Por así decirlo, porque realmente no hubo un motivo más el perder la chispa. ¿Quizá los dos meses dormidos? ¿Quizá el futuro no escrito que estaba a punto de terminar?

A veces una pareja podía tener muchos planes, ¿Quién iba a pensar un año atrás que esto podía estar pasando? A veces una pareja podría dar por sentado que cada semana podrían verse, podrían dar por sentado que estaban allí para el otro, pero las cosas podrían cambiar de un momento a otro. ¿Qué era lo que detonaba el fin de una relación? Las palabras. El poder de las palabras. Y las acciones.

Caius no era experto en relaciones, se lo había advertido a su esposo desde el principio y si bien funcionaron unos años, al final no fue culpa de uno u otro fue culpa de la monotonía, ¿tal vez? El alemán había asistido a Wizengamot a la cita que les había tocado juntos, no serían la primera pareja en divorciarse, en todo el mundo aquello era muy común. Claro que al alemán le dolía, incluso lo llenaba un poco de coraje, por no haber podido haber hecho más. Las cosas iban a cambiar de aquí para adelante y es que el alemán se había frenado mucho por el amor que sentía por Duban, sabía que el duelo sería grande.

Lo único que podía pensar era:

- "Un tiempo después de que te graduaste, cuando nos conocimos por primera vez, nos besamos en París en nuestra primera cita, y en tu cumpleaños nos fuimos a ese campamento. Solía robar el licor de tus padres y subir a nuestra habitación, hablar de nuestro futuro como si tuviéramos una pista, nunca planeé que un día iba a perderte. En otra vida, hubiera sido tu esposo hasta morir, seguiríamos todas nuestras promesas, nosotros contra el mundo. En otra vida, te hubiera hecho quedarte, así no hubiera tenido que decir que fuimos los que no nos quedamos. Yo fui un mortífago y tu un auror, nunca sin el otro, hice una promesa no escrita, a veces cuando te extraño, pongo las canciones que nos dedicamos. Como sea, toda esta magia no puede construir o crear una maquina del tiempo, no puedo reemplazarte con un millón de bóvedas de Gringotts. Te debí haber dicho lo que significabas para mi, porque ahora pagué el precio. Nosotros decíamos que lo nuestro era para siempre, y ahora nos desvanecemos, me aferro a los recuerdos ahora que somos historias, ¿y porqué? Tal vez nunca lo sabremos, a veces solo hay que dejar ir..."

- Señor Black. ¿está listo para firmar?- lo distrajo de sus pensamientos el Juez. Caius salió de su trance, estaba un poco confuso con todos los trámites que debía hacer, en todo ello era nuevo. Y allí sería la última vez que sería nombrado con ese apellido.

¿Cuánto había durado su matrimonio? ¿Dos años? Eso creía. Pero las cosas así eran.



El alemán en su traje perfecto atravesó la puerta, era la última vez que pensaba usar un traje, no era mucho de ese tipo de vestimenta, si no fue porque Duban le enseñó la etiqueta; Al abrir la puerta ya no estaba Duban, pero la hoja estaba firmada, así que el Juez se acercó. - Señor Black, es la última vez que lo nombro de esta manera, en cuanto firme pasara a ser Van der Ploeg de nuevo- Caius asintió y el Juez se mostró serio. ¿Qué pasaría cuando la gente los viera juntos pero separados? ¿Caius tendría que fingir no verlo? ¿Tragarse el orgullo? ¿Fingir que está bien? ¿Actuar como si nada malo hubiera pasado? - ¿Se encuentra bien o necesita tiempo?- Caius había dudado en sí firmar o no, pero no había vuelta atrás, era una decisión que ambos tomaron. - Con todo respeto, usted y yo nos conocemos Ministro, no por nada trabajo en el Ministerio. Así que no necesito sus lamentos o sus palabras de.....consuelo. - el alemán se detuvo y entonces pareció como si el tiempo se congelaba.

Minutos atrás había dicho que no quería olvidarlo, pero sabía que se rompería, había cosas que podía ayudar a superarlo, entre ellas, magia. Alcohol. ¿Muerte? Pero no la de Caius por supuesto, si no la de otras personas, con eso ya no estaba atado al amor, por fin podría ser aquella persona que estaba destinada.

Ante sus ojos aparecieron aquellos recuerdos que vivieron en su boda, aquellos recuerdos de como se fueron enamorando, de aquella vez que lloró por primera vez el día de la pedida de mano en aquél teatro griego; de su planeación de la boda, de todas las ideas que juntos hicieron pasadas las media noche de cada día antes de la boda. El nerviosismo que fue llegar hasta esa decisión, y la segunda vez que derramó unas lágrimas, el día que se casaron rodeado de tantas personas, pero al menos también se podía llevar ese recuerdo de que nadie volvería a tener una boda como esa. Quedarse con lo bueno. La mano le temblaba mientras de su pluma trataba de sacar tinta.
Pero no salió.

La tinta no salió.

Caius carraspeó y trató de hacer su garabato de nueva cuenta, pero no funcionaba. El Juez acercó una nueva pluma y Caius la llevó hasta ese lugar de nueva cuenta. Trató de poner su garabato, de nuevo dudó, y de nuevo la tinta falló.

¿El destino sabía que eso no debía pasar?

El alemán entonces rogó porque la tinta no saliera, pero en la segunda oportunidad por fin lo logró, y con eso se había sellado el pacto, y como si se tratara de un evento canónico, lloró por tercera vez en su vida: una lágrima se arrastró por su mejilla, trató de no hacerlo pero no lo pudo evitar y simplemente la gota de agua cayó sobre el papel, encima de la tinta, como si fuera un recordatorio de que la tinta era algo pasajero, como su dolor.

Dejó la pluma.

- ¿Es todo Juez? - preguntó y el hombre asintió. El alemán se puso de pie y se abotonó el traje. - Así es Señor Van der Ploeg.- Caius se detuvo de golpe y sonrió de lado para limpiar aquella lágrima y salir a su último encuentro: su pasado.



Las puertas de la Mansión se abrieron por última vez. El hombre entonces devolvió las llaves de todo a los elfos y prosiguió a subir a la que sería la habitación de ambos, tocó el barandal por última vez, y se adentró a aquella habitación donde había conocido a su ahora ex-esposo. Se pensaba eso como algo irreal. Al menos no había descubierto que era mortífago, y esa era una gran ayuda. Tomó la fotografía de Duban y Caius y la metió al baúl que tenía para sus cosas. ¿Qué se quedaría? No mucho, él tenía su propia vivienda. Tomó lo poco que tenía, el reloj de Duban lo dejó en su encimera. Y tomó los documentos, incluido el de su divorcio, y empezó a cargar su baúl con su magia sin varita. Y empezó a recorrer las escaleras por una última vez, siempre había una última vez, la vida misma era para eso, para experimentar primeras y últimas veces.

Bajó por las escaleras y las puertas se abrieron una última vez, Caius entonces bajó el baúl al suelo, y se detuvo a admirar una última vez la mansión que fue su vivienda dos años enteros. Había pasado buenos momentos, pero era hora de decir adiós.

Suspiró mientras que notó como el atardecer iba llegando.

¿Qué haría ahora? Trabajar, volver a sus andanzas como mortífago, volver a su vida de antes de conocer el amor. Pero no era capaz de tener esos recuerdos, por lo que pronto haría algo al respecto. Tal vez un día se despertaría para sentir ese vacío que le faltaba sin saber las razones y quien sabe, tal vez vendrían mejores tiempos.

Caius sonrió mirando al cielo, estiró los brazos y aspiró el aire puro que ese lugar le otorgaba.

- Manos a la obra.-

y dicho eso su baúl y él desaparecieron con rumbo desconocido. Muchas aventuras aguardaban.

Una nueva vida.

Un nuevo comienzo.