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La noche estaba tranquila. La brisa nocturna aun mantenía una temperatura fresca y agradable, aunque sería solo cuestión de tiempo para que diera paso a las intensas heladas que solían sentirse en invierno en aquella mansión que era más bien un castillo familiar. La luz de la luna se colaba por los ventanales de la habitación, discreta y sigilosa, llena de misterio como la chica que la observaba plácidamente.

No podía dormir. Otra vez.

El insomnio no era algo fuera de lo común para Evangeline. Su intenso deseo por ser siempre la mejor habitualmente la llevaba a estudiar hasta altas horas de la noche o hasta que sus párpados no pudieran sostenerse más y se quedara dormida en medio de su lectura. No obstante, esta vez no permanecía despierta por gusto propio sino por algo más. Algo peor.

Había pasado casi un mes desde que había regresado a la mansión luego de su ausencia. La mayoría de las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Sin embargo, detrás de todo eso aun había muchas interrogantes que le robaban el sueño a la heredera del clan McDowell, muchas de las cuales no podía responder puesto que durante esos meses de ausencia no podía recordar absolutamente nada.

Algo o alguien había robado su memoria de esos meses y, si el recuento de Undyne era acertado. Eve simplemente había aparecido en terrenos de la mansión hacía un mes atrás sin ninguna pista o dato sobre quien la había abducido. Lo que era aun peor es que su abuela se había marchado en una "misión" hacía aproximadamente la misma cantidad de tiempo y aun no había vuelto a la sede principal de los McDowell.

Eve no era estúpida. Podía intuir lo que otros miembros de la familia pensaban aun si no lo decían frente a ella. A sus espaldas, el rumor de que Katarina había fallecido se esparcía como el fuego y sabía que pronto tendría que celebrarse una reunión para definir el futuro del clan. Eran demasiadas cosas pasando al mismo tiempo y su cerebro trabajaba a marchas forzadas. ¿Cómo podría manejar las clases y todo lo que estaba pasando en casa?

Odiaba sentir que toda la responsabilidad estaba en sus hombros mientras que sus primos podían tontear libremente todo el día. Ella nunca pudo permitirse ser una niña y ahora tampoco una adolescente. Siempre tenía que ser la madura. Aquella que era una perfecta encarnación de Katarina. La futura líder era solo una extensión de su abuela y ahora que ella no estaba ¿quién era Evangeline McDowell?

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Abrumada por sus pensamientos, Eve llegó a la conclusión de que no sería posible conciliar el sueño hasta que hubiese calmado esa tormenta de pensamientos intrusivos que inundaba su mente. No era algo fuera de lo común para ella tratar de tomar tiempo para poner en orden sus ideas antes de dormir; sin embargo, debido a la cantidad y magnitud de sucesos que había vivido en los últimos meses no sabía exactamente cuanto tiempo le tomaría eso.

Eve se levantó de su cama y se dirigió hasta su escritorio. Lo mejor sería comenzar cuanto antes si es que no quería amanecerse sin haber podido pegar el ojo ni un segundo. Tomó pergamino y una pluma y comenzó a escribir en los mismos un pequeño recuento de todo lo que había pasado en su vida el último año.

Parecía algo muy insulso, pero Eve había descubierto que organizar sus pensamientos en escritos era una herramienta terapéutica muy útil para situaciones de alto estrés como la que vivía. Por lo mismo, había mantenido una especie de diario personal en el que se apoyaba para plasmar sus sentimientos de maneras en las que no podía al expresarse con palabras. La escritura le resultaba liberadora y guardaba esos diarios celosamente pensando que quizás si alguien se atreviera a leerlos conocerían a la verdadera Eve, no a la imagen de la señorita perfecta Evangeline que siempre pretendía mostrar.

-¿Por donde empezar? -Era difícil tratar de definir un punto de partida para todo el caos que había sido su vida esos últimos meses.

Si tenía que rastrearlo todo, la historia de sus miserias comenzaba con Eira Láscaris, aquella sinvergüenza con la que había tenido una relación de rivalidad desde el primer día en el que pisó Hogwarts. ¿Por qué había tenido que ir y complicar todo con ese beso? Estaban perfectamente bien como enemigas. Todo funcionaba bien y el universo estaba en orden. Pero cuando Eira decidió cruzar la línea de la relación que las definía fue donde todo comenzó a irse al carajo.

Eve comenzó a experimentar sentimientos que no sabía que podía tener por otra chica. Si bien el estilo de vida de cada McDowell era una decisión enteramente personal, el mismo no debía interferir nunca con sus responsabilidades dentro del clan. Por tanto, los matrimonios políticos muchas veces se convertían más en una relación de negocios que una unión sentimental. Las apariencias lo eran todo y si bien algunas familias McDowell podían parecer matrimonios felices ante los ojos ajenos, a puertas cerradas las realidades a veces eran muy perturbadoras.

Sin embargo, Eve ni siquiera tuvo la oportunidad de terminar de definir sus sentimientos, ya que un ultimátum de su abuela cortó toda posibilidad de una relación con la que hasta entonces había sido su enemiga. Luego ella simplemente...desapareció, y aunque Eve se preguntaba si acaso su abuela se habría involucrado en eso, parecía que Eira tenía luchas propias con sus demonios personales que, para bien o para mal, parecía no haber ganado.

Pero todo eso era historia antigua. Había sufrido y llorado por eso hacía muchos meses y la ayuda de sus compañeros de clase le había ayudado a salir de la depresión. Especialmente Kris, Aiden y Lina; sin embargo, de ellos tres ninguno quedaba todavía cerca de ella.

El segundo golpe fuerte para Eve, tras la partida de Eira fue la muerte de Lina en circunstancias desconocidas durante una expedición en el bosque prohibido. Algo tan absurdo y tajante dejaba muchas interrogantes y cabos sueltos, así como una Eve que se sentía impotente al no poder darle justicia a su amiga. Si bien ella y Lina no eran precisamente las mejores amigas, su partida fue descorazonadora para la rubia, quien comenzó a aislarse cada vez más del resto de sus compañeros de la tejonera. Parecía que a donde quiera que fuera, una nube de miseria y muerte le seguía y si ese era el caso, lo mejor era estar sola.

Aiden siguió a Lina poco después. No en morir, sino en desaparecer. Eve nunca supo exactamente que había pasado con él ya que nunca tuvo el valor de hablarlo directamente con ella cara a cara. Los rumores decían que había entrado en una relación poco más que cuestionable con una alumna de un grado mayor, pero Eve no sabía si debía confiar en esos rumores. Después de todo era difícil imaginar a Ward con alguien, peor aun con alguien mayor; sin embargo, su pasado de delincuente juvenil podía haber llegado a morderlo en el trasero y Eve no dejaba de preocuparse por él. Sabía que estaba bien gracias a Undyne, pero se preguntaba por qué nunca había regresado a hablar con ella.

Finalmente, Kris tuvo que mudarse de regreso a Canada, por lo que abandonó el castillo a principios del año escolar. De los tres era el único con el que Eve aun mantenía la comunicación, enviándose cartas de tanto en tanto, pero, si debía ser sincera, Eve extrañaba la sensación de confort que le brindaba tener a Kris cerca. Era lo más parecido a un hermano que había tenido ya que, aunque los McDowell eran numerosos, ninguno de ellos la veía realmente como su familia, sino como una princesa mimada que pronto sería su jefa. O al menos así es como Eve sentía que la percibían los demás.

Tres amigos. Los tres fuera del panorama. La heredera del clan McDowell había regresado a ser como era durante sus primeros años de colegio. Había una razón por la cual algunas veces se referían a ella como la princesa de hielo y es que, sin nadie con quien tener relaciones significativas, el corazón de Eve se fue endureciendo cada vez más dejando un cascaron aislado y vacío de lo que alguna vez fue.

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Eve dejó la pluma por un instante. Le dolía tan solo recordar todas las cosas que había vivido y lo duro de la separación que había tenido con sus amigos. Había comenzado a forjar lazos significativos. Empezaba apenas a abrir esa coraza de hierro que había cubierto su corazón por años y; sin embargo, parecía que la vida gozaba de encontrar formas de humillarla y arrebatarle la poca felicidad que le quedaba.

Más que tristeza, el sentimiento que invadía a Eve era rabia. Rabía con la situación en si misma, pero aun más rabia consigo misma, por no ser capaz de ser hermética como siempre le había sugerido su abuela. "Debes ser fuerte. Inquebrantable. Lo que te rodea son solo distracciones. Enfocate". Aquellas palabras parecían más las de un general a su subordinado que los consejos sabios de una abuela. Y Eve odiaba eso.

Podia entender que su abuela, muy a su manera, quería lo mejor para ella. Lo entendía. Aceptaba eso. Sin embargo, saber que es lo que debía hacer no era ni remotamente comparable a la comprensión y cariño que Eve tanto anhelaba. Ella no quería que su abuela le dijiese como resolver sus problemas. Ella era capaz de encontrar la solución eventualmente, para eso había entrenado toda su vida. Lo qu Eve en verdad necesitaba es que alguien estuviese ahi para ella, alguien con quien abrirse y expresar sus problemas, miedos e inseguridades. Alguien con quien poder ser ella misma.

No obstante, lo único con lo que se había encontrado en su vida era el frio rechazo de un sistema que la obligaba a valerse por si misma utilizando los métodos a su alcance. Lograrlo se equiparaba a una vida de comodidades y privilegios. No lograrlo sería ser arrojada al pozo del olvido donde permanecería para siempre.

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Era injusto para una chica de su edad verse sometida a tal presión; sin embargo, aquella era la forma de vida de los McDowell. Incluso, podía decir que antes de que su abuela tomase las riendas de la familia, las situaciones que podía enfrentar y su calidad de vida eran considerablemente peores. Bajo el dominio de su abuelo, muchos de los herederos de los McDowell habían sufrido daños irreparables o simplemente habían perdido la vida.

Como niña, era dificil para Eve entender el por qué su familia permitía ese tipo de cosas. Conforme fue mayor fue adquiriendo más conocimiento y noción del mundo; sin embargo, si era sincera consigo misma, había veces en las que aun seguía sin entender el por qué de tan cruda crianza.

Podía entender la necesidad de ser un clan fuerte para resistir los ataques de clanes rivales y poder prosperar. Sin embargo, su abuelo se había obsesionado con la idea de purgar cualquier tipo de debilidad de cada uno de los miembros de la familia e irónicamente aquella obsesión se había convertido en la mayor de sus debilidades.

Cuando fue evidente que estaba perdiendo la cabeza, la abuela de Eve no dudó ni un instante para terminar con la vida de su esposo. Nadie cuestionó su decisión, aunque hubo quienes resintieron que ella se quedase con el puesto de lider del clan. No obstante, nadie se atrevió a cuestionar su liderazgo.

Sin embargo, ella no era su abuela y ese tipo de vida solo podía llevarla hasta cierto punto, pero la fortaleza de Eve no era ni remotamente cercana a la de su abuela, y probablemente nunca lo sería.

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Luego de reflexionar por un tiempo, Eve se levantó un momento de su asiento para estirar sus piernas y dejar que su mente se aclarase. No había mucho sentido en seguir repasando el pasado una y otra vez sin ningun motivo o razón aparente. Lo único que estaba haciendo era rumiar su dolor y reabrir sus heridas que ya habían comenzado a cicatrizar. No obstante, si lo que quería era hacer una recolección de sus pensamientos en esas diferentes etapas de su vida, precisaba seguir avanzando aun cuando el camino fuese incomodo. Después de todo esa era una caracteristica de los McDowell: la gran mayoría no sabía lo que era rendirse.

Finalmente, al cabo de un par de minutos la chica retomó su posición y continuó escribiendo. Lejos de que la regresión de Eve a su estado original fuese el final de su historia, aquelllos eventos no eran sino la punta del iceberg de todo lo que había vivido durante los últimos años en Hogwarts. Las situaciones con las que se había tenido que enfrentar habían sido tan intensas que hacían ver los años enteros anteriores y la presión de las clases como un juego de niños pequeños.

Podía comenzar con esa sensación extraña de pensar que alguien la asechaba. Era una sensación rara ya que constantemente se sentía vigilada por algo o alguien a quien no podía ver. Lejos de ser simplemente la paranoia, Eve concluyó que algo o alguien estaba interfiriendo con su mente, aunque no sabía muy bien el quien ni el por qué, pero solo era una cuestión de tiempo para que resolviese el misterio e hiciese pagar al responsable de eso.

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