[Fic] Unidos por los afectados, Willow J. Wilderose

Publicado por Willow J. Wilderose, Jul 10, 2025, 03:59 AM

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Willow J. Wilderose Celadora de Hogwarts


Era diferente a todo lo que esperaba, o más bien, de lo que esperaría si no supiera lo que había pasado. El aire no olía a sal marina, sino a quemado. Las cenizas impregnaban el aire. Willow caminaba descalsa sobre lo que ahora era una mezcla de cenizas, barro, arena y hojas calcinadas. A su aldrededor, lo que había sido un santuario natural ahora se extendía en ruinas. Palmeras quebradas, arrecifes ennegrecidos y un silencio abrumador, uno que solo era interrumpido por el graznido distante de criaturas que no buscaban huir, sino el festín de la carroña. Había escuchado del problema, había oído el llamado... Y no acudió. Se preguntaba seriamente si había fallado a sus propios principios, se sentía culpable por no haber ayudado cuando todo sucedió, pero al mismo tiempo aliviada. Si. Porque muchos habían perecido, y no solo las propias víctimas civiles, sino también quienes habían intentado ayudar. Y con el corazón hecho un puño, permaneció en vela toda la noche cuando se enteró de lo que había sucedod. Por no haber ido, si, en parte, pero mucho más por saber que su padre y su prima estaban ahí, y por no saber si volvería a verlos con vida. Por fortuna, si lo hizo. Acudió entonces al segundo llamado. Trabajando con los sanadores de la fundación V.I.D.A desde el primer día. Cuidando de criaturas mágicas desplazadas, encantando refugios temporales entre las raíces de los manglares y ayudando a canalizar agua limpia para los pocos sobrevivientes que encontraban. El sudor le corría por el cuello, pegando su cabello a la nuca mientras revisaba una pequeña huella circular en la arena. — ¿Qué... es eso? — murmuró. Intentó indagar más sobre la huella, buscar pistas, seguirlas, pero poco pudo hacer, poco fue el tiempo del que dispuso. Habían salido de su escondite, no parecían hambrientos, tampoco asustados, tan solo muy enfadados. Y el primer dardo le rozó la oreja. Había oído de ellos. No lo había leído en ningún libro ni tampoco había escuchado de ellos en clase. Tan solo tenía lo que había escuchado al llegar a la isla, era de lo que todos hablaban. Decían algo sobre tener cuidado con los Kakamora. Pequeños duendes marinos, si, pequeños como cocos, astutos como demonios. Y aprovechando que el equilibrio natural se había roto, parecían reclamar el lugar como propio. Y así llegó el segundo dardo, que habría dado en su garganta si no fuera por el reflejo instintivo que la llevó a alzar la varita. — ¡Ventus! — exclamó, retrocediendo. Tres, cinco, siete kakamora emergieron de los árboles y las ruinas como la marea, pero ellos eran risas agudas y ojos brillantes. Armados con lanzas de coral y escudos de conchas marinas. Había intentado mantener la varita oculta. Ya todos conocían la existencia de los magos, pero al ser una organización fundada por Rowan, supuso que lo mejor sería no crear controversias. No obstante, la situación apremiaba y debía defenderse. Por fortuna no había presencia humana cercana más que ella misma. La tejona suspiró. Se ató el cabello en una coleta floja, bastante suelta, usando una de sus dreadlocks para amarrarla. Y alzó su varita esta vez en serio, no como un acto reflejo. Giró la muñeca en una floritura holgada. — ¡Ventus! — repitió, esta vez con más fuerza. Una ráfaga violenta barrió con los primeros, pero otros saltaban por sobre ella con una velocidad endemoniada. Uno se prendió de su pierna, otro intentó morderla. — ¡Incarcerous! — gritó, inmovilizándolos con cuerdas mágicas que salieron disparadas desde su varita. Cuando finalmente cayó el último, atado y pataleando, Willow se dejó caer de rodillas. Respiraba con dificultad. Tenía rasguños en las piernas, el brazo izquierdo algo adormecido, pero sus refugios seguían en pie. El santuario que intentaba crear, no caería hoy, no mientras ella estuviera para defenderlo. Y los sobrevivientes podían usarlos muy pronto. Y mientras el sol se escondía entre las nubes pesadas y tristes, Willow sonrió con la mirada cansada. Cambió de posición, se sentó y armó un cigarrillo que encendió con la punta de su varita. Estaba extenuada. Había trabajado todo el día, había rebuscado por cada recoveco, no había parado ni siquiera para comer, y ahora tenía un brazo casi paralizado por un dardo kakamora, pero aun así, poco le importaba eso. Nada. Había ayudado solo un poco. Pero a veces, eso bastaba. Porque mañana sería otro día, y ella seguiría ahí, dispuesta a ayudar.
Isla Norfolk
Julio - 2056
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