Baúl de Gabriel M. Bane

Publicado por Gabriel M. Bane, Nov 08, 2024, 01:53 AM

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Gabriel M. Bane Jefe de CPPySM en San Mungo | Costello
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Gabriel M.
Bane
Yo he rodado de acá para allá, fui de todo y sin medida. Pero te juro por Dios que nunca llorarás por lo que fue mi vida
elirose
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Hábitats Portátiles (Registro)


Gabriel sabía que había llegado el momento de poner en práctica el hechizo por el que había logrado obtener la autorización de transporte de Criaturas. En su mesa de trabajo reposaba una maleta de cuero, elegante y pequeña, pero lo suficientemente amplia para albergar a sus criatura. La idea de transportar a una criatura de su especie con comodidad y seguridad había sido algo que le había señalado muchas veces su pareja, por lo que era mejor hacer eso o terminaría con un fuerte regaño de Darius.

Se acercó a la maleta y, con un suspiro de resignación, levantó la varita —Capti Locus —murmuró con calma, apuntando a su objetivo. Un resplandor emanó de su varita, y el hechizo comenzó a hacer de las suyas. maleta se abrió y dentro de ella, como si fuera un pequeño mundo encapsulado, se formó un paisaje cuidadosamente controlado: un hábitat adecuado para sus criaturas; Una pradera tranquila con hierba fresca y árboles dispersos. Gabriel inspeccionó el lugar, el terreno era suave, ideal para que su criatura se sintiera cómoda... las ramas de los árboles creaban la sombra perfecta para resguardarse y un pequeño arroyo proporcionaba agua fresca; Dentro de la pradera, algunas pequeñas flores comenzaron a florecer, como un toque final que indicaba la vida de este espacio.

El Demiguise, como si supiera que su hogar estaba listo, se asomó curiosamente desde su esquina en la habitación y Gabriel sonrió para sí mismo, sintiendo un pequeño alivio en su interior al ver que todo estaba en orden. —Todo en su lugar, amigo — murmuró mientras cerraba la maleta, asegurándose de que todo estuviera protegido. Con la maleta ahora preparada para el viaje, tomó un último vistazo al Demiguise y se dirigió a la puerta. Aunque la idea de enfrentarse a la burocracia del Ministerio lo irritaba, sabía que no podía dejar que la ley le pasara por encima. Tenía que registrar oficialmente el hábitat para que no hubiese complicaciones más adelante.
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Una nueva pintura...

El pincel se movía con una extraña serenidad sobre el lienzo... los movimientos, más que realizados por inspiración, estaban ahí para mantener las manos ocupadas, buscando una forma de darle un escape a todo aquello que le daba vueltas en la cabeza desde hacía días. Pintar había sido siempre una manera de procesar lo que no lograba poner en palabras, y ahora más que nunca necesitaba ese lenguaje silencioso, íntimo, que nadie más tenía que entender del todo. El cuadro frente a él era el paisaje habitual que se veía desde la sala, pero había añadido dos figuras que no estaban ahí cuando comenzó: Darius y Eli. No había planificado incluirlos, simplemente aparecieron, como una verdad que se cuela incluso cuando no se la invita.

Quizá eso era lo que más le desconcertaba de todo esto, lo fácil que había sido acostumbrarse a la presencia de ambos. Lo rápido que había bajado la guardia sin notarlo, sin proponérselo. Porque Gabriel había aprendido a pensar antes de actuar, a controlar antes de sentir, a anticiparse a las consecuencias, sobre todo después de Irak. Después de Kiran y Amira... Había vivido más tiempo con la idea de que, por más sincero o profundo que fuera el amor que tenía una pareja o una familia, no bastaba para evitar que todo se derrumbara, se hiciera pedazos y destruyeran una vida.

Y sin embargo, ahí estaba... pintando la idea de una nueva familia, preguntándose si esta vez era distinto, si él era distinto. Darius ahora sabía la verdad, no solo de lo que había pasado con tu mujer, sino también de tu venganza, lo que había significado y el peso que aún cargabas con ese pasado. Gabriel no le había contado para liberarse, sino para dejar muy en claro dónde se estaba metiendo, no podía seguir "jugando a la casita" cuando todo estaba empezando a construirse en mentiras, deseaba que Darius lo viera como lo que era: alguien que había fallado, que había destruido, que había sobrevivido a costa de otros y probablemente lo seguiría haciendo, porque se había vuelto parte de él.

Pero Darius no se fue y tampoco lo juzgó, y claro que eso había sido infinitamente más difícil de procesar, porque Bane no sabía qué se esperaba de él ahora, ni siquiera sabía qué debía hacer con esa lealtad, con esa forma tan tozuda en la que Darius lo seguía eligiendo, amando... aceptándolo. El sanador sentía un miedo tan real, y no del rechazo, no del dolor físico o del fracaso, sino de aquello que no podía controlar: de amar a alguien con todo lo que eso implicaba. Estaba perturbado con la idea de comenzar a construir algo que pudiera perder y de volver a confiar en que esta vez sería distinto. Lo gracioso era que, al mismo tiempo, algo dentro de él —una parte callada, pequeña, que había permanecido en silencio por años— comenzaba a recuperar fuerza, a pensar que probablemente ese dolor valía la pena. Era un impulso casi imperceptible, pero constante... "Ese maldito amor" Lo sentía de nuevo, y era lo bastante honesto consigo mismo como para reconocer que no estaba dispuesto a perderlo.

El hombre soltó un suspiro, dejando el pincel mientras observaba la imagen... No era ingenuo, sabía mejor que nadie que habría discusiones, que el carácter de Darius no era fácil y que sus propios fantasmas no se desvanecerían de un día para otro; Aún no estaba seguro de cómo encajaba Elizabeth en todo esto, ni por qué había sentido la necesidad de dibujarla también, pero inevitablemente estaba empezando a dejar una pequeña marca en su alma... Tal vez porque, aunque no compartieran sangre ni historia, había en ella algo que le recordaba a su hijo, a manera en la que Kiran miraba el mundo, con esa mezcla de curiosidad, ternura y a veces un carácter fuerte, como él mismo. Quizá no era más que una proyección, una forma de mitigar la ausencia, de darle sentido a lo que no volvería, pero también era posible que... después de tanto tiempo, su vida estuviera formando nuevos vínculos sin pedirle permiso.

Gabriel bajó la mirada y, casi por inercia, tomó entre los dedos el anillo que colgaba de su pecho. Aún le costaba mirarlo mucho tiempo, se trataba de una promesa rota que seguía pesando después de todo, una historia que terminó antes de lo justo, antes de lo que merecían. No sabía si sería capaz de volver a comprometerse de esa forma, ni si era justo siquiera pensarlo, pero por primera vez no sintió culpa al considerarlo... al menos no con Darius, y no con esta vida que estaban intentando construir.

No estaba listo, lo sabía, pero tampoco estaba cerrado ante la idea de que, quizá en un futuro... podría volver a empezar, a tener un "hasta que la muerte nos separe" y un pequeño en brazos...
#2
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